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El saqueo más grande de la humanidad

Por Ricardo Valenzuela

Si alguien lee la autobiografía de David Rockefeller, Memorias, las primeras páginas le provocarán el rodar de lágrimas. Describe cómo la riqueza de su familia es utilizada para alimentar un mundo hambriento, educar al pobre, construir infraestructura en naciones subdesarrolladas, pero no toca el aspecto negro de su linaje—su esfuerzo permanente de arrasar los EU como nación independiente para establecer el bien común, el Nuevo Orden Mundial.

Sin enemigos a sus puertas, ninguna nación aceptaría renunciar a sus derechos individuales ni a su libertad. El Bilderberg, el CFR y la Comisión Trilateral (CT) tenían que crear un producto para seducir a la gente, el Nuevo Orden Mundial. Hablan de “compartir responsabilidades de liderazgo”, “cooperación más cercana” y “entendimiento mutuo”. Sin embargo, son mensajes subliminales que muy pocos entienden, pero son anuncio de sus venenosas intenciones.

Cuando reclutaban un grupo de sabios para establecer la CT, ellos ya trabajaban en una iniciativa del CFR llamada “Proyecto 1980”: El objetivo era detectar “cómo las tendencias mundiales se podrían conducir hacia los resultados que ellos pretendían”. El futuro que habían dibujado era una total desintegración de la economía mundial y la construcción de la suya. El editor de El Economista de Londres, Fred Hirsch, en su obra titulada “Alternativas hacia el desorden Monetario”, explicaba cómo se podría llevar a cabo:

“La desintegración controlada de la economía mundial es un objetivo legitimo para la década de los 80 y es lo más realista para lograr un moderado orden económico internacional. Un problema normativo central para el orden económico internacional en los próximos años es cómo asegurar que esa desintegración ocurra de forma controlada y no una espiral que dañe esa forma de frenos. Entonces, el problema no es minimizar la politización en la intervención política ni en el resultado de los mercados; sino crear un esquema capaz de contener el nivel de crecimiento de esa politización que de forma natural emerge del cambio de balance en economías domésticas y el sistema internacional”.

Traducción. El objetivo político clave era impedir, a toda costa, la reemergencia del nacionalismo económico en todas sus manifestaciones—industrial, tecnológico y científico. Pero ¿Por qué los Rockefeller y todos los miembros de sus organizaciones querían desmantelar todo el poder industrial de los EU?. Para entenderlo acudimos a la historia económica del siglo 20.

El Imperio Británico perdía la supremacía industrial en las últimas décadas del siglo 19. Ante ello EU, Japón, Francia, Alemania se apoderaban de esa vacante. Britania se preocupaba del avance de esos países que finalmente habían abrazado Laissez-Faire y emergían poderosos.

En Francia, Napoleón III, creyente del libre comercio, pidió a Michel Chevalier negociar con Richard Cobden un acuerdo entre Francia y el Reino Unido. Firmado en 1860, fue calificado de «golpe de estado comercial» por los industriales franceses que temían la competitividad de la economía británica; sin embargo, el tratado provocó la multiplicación de acuerdos entre las diferentes naciones europeas, creando una primera era de verdadero libre comercio en el continente acompañado de gran crecimiento y Francia progresaba.

El milagro económico de Japón fue producto de los principios establecidos aquel Enero de 1868 de la revolución Meiji, y profundas reformas iniciando una compulsiva educación universal, modernización, la promoción del capitalismo y sus mercados al estilo tradicional de economistas americanos. Esas reformas cincelaron las bases de su modernización industrial anterior a la Segunda Guerra mundial y en la post guerra, con la ayuda de MacArthur, construir el “milagro japones” que se consolidaba en los 50s y 60s.

Alemania, con la derrota de la Francia del II Imperio en 1870 y la creación del Imperio Alemán en 1871 la industrialización se estimuló. La reacción a las conquistas de Napoleón I de los estados alemanes durante la época de la Revolución Francesa produjo importantes reformas institucionales, la supresión de las restricciones feudales sobre la venta de latifundios, la reducción del poder de los gremios en las ciudades, y la introducción de una nueva ley comercial más eficiente. No obstante, por todos los rincones del mundo empezaban a fluir los vientos del nacionalismo.

La oligarquía británica se daba cuenta que, para sobrevivir, debía destruir el sistema de economía nacionalista con el que EU coqueteaba para llegar a ser económicamente independiente y autosuficiente. Primero, imponiendo tarifas selectivas para proteger la industria y mantener lejos los productos británicos. Inversión gubernamental en infraestructura para crear desarrollo interno. Un banco nacional con políticas para promover el desarrollo de empresas productivas. Fue cuando se iniciara lo que ahora atestiguamos, la lucha de oligarcas y monarquías contra un nuevo nacionalismo creado por Trump diferente al de Hamilton.

Al final de la guerra, el liderazgo Angloamericano enfrentaba ese reto. Pero Britania, ante tal problema, se había anticipado con su economista (Keynes) para responder a las aspiraciones nacionalistas de Alemania, Francia y disidentes en EU, que pedían una nueva orientación a favor de revivir el desarrollo industrial. Pero, con los acuerdos de Bretton Woods mojaban su pólvora y convertían los sistemas establecidos en una venenosa mezcla de diferentes teorías que de forma genial creara Lord Keynes, con sus objetivos claros pro Britania.

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El desarrollo económico para los oligarcas era enfrentar competencia de otras naciones y debían matarla en su cuna. Desde su visión, era una gran ventaja hacer negocios de la forma ya establecida: Intercambio económico con naciones débiles como herramienta de control político con boicots, sobornos, manipulación de incentivos y monedas. Estas relaciones cincelaban las fundaciones económico-políticas del débil que se podrían controlar a base de comercio y finanzas para encadenarlo. El país débil se convertía en un participante dócil bloqueado y dependiente del fuerte.

Y el saqueo, con el esquema moderno se podría ejecutar en dos avenidas. Ro-bando recursos financieros a los países como lo hicieron en Rusia en 1990 con sus programas de succión operados por el Fed, o, en sociedades pestilentes como la de China, permitiendo que ellos saquearan los recursos financieros y las patentes tecnológicas de EU y, en su momento, el hijo de Biden recibía $1.8 billones de dólares del Banco de China. Algo similar sucedería con Ucrania cuando el vicepresidente chantajeara su gobierno para cubrir las operaciones de su hijo.

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Con la primera guerra mundial desaparecían la mayoría de las monarquías, pero, a través de sus organizaciones financieras renacerían creando el tendido de una red que, como las enredaderas, se expande hasta llegar a cubrir el todo. Se juramentaban recuperar los espacios perdidos en la guerra. Pero ahora el enfrentamiento sería en otra guerra con armas silenciosas para controlar políticos y, especialmente, la mente colectiva de la humanidad. Y lo más grave, sin que ellos se dieran cuenta.

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