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¡Ayotzinapa! La mentira histórica.


La noche del 26 de septiembre para amanecer del 27 del 2014 México vivió horas de terror por la desaparición forzada de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa. La saña con la que se actúo dejó entrever la  capacidad de operación y asociación del crimen organizado con los gobiernos. Pero lo más trágico vino en las siguientes semanas, cuando nos dimos cuenta de que el Estado mexicano fue capaz de usar toda su fuerza no solo para desaparecer o encubrir, sino que la usó para construir una mentira histórica que a todas bruces era insostenible. 



En los primeros informes de la extinta Procuraduría General de la República se asumió que toda responsabilidad era exclusiva de las policías municipales y del crimen organizado. Se estableció que los estudiantes habían sido entregados al crimen organizado por la policía municipal para su ejecución e incineración  en un basurero, y que las cenizas habían sido esparcidas en distintos parajes; muy a pesar de que esa trágica noche se habían tenido abundantes lluvias en la región y de la opinión de expertos que establecían la imposibilidad de la supuesta verdad histórica por ser contraria a las leyes de la física. Contraviento y marea el Estado mexicano sostuvo esa hipótesis sembrando pruebas, según se mostró en vídeos en donde se aprecia a funcionarios públicos girando instrucciones un día antes de realizar una diligencia oficial en el mismo lugar, y trabando el trabajo de grupos de expertos internacionales que venían a tratar de esclarecer los hechos. 


En días pasados la nueva fiscalía derrumbó por completo la verdad histórica al encontrar un cráneo de unos normalistas, que según estudios del instituto con mejores resultados a nivel mundial en reconocimiento de restos no deja duda de la identidad del normalista. Si bien es cierto que el lugar del hallazgo está a 800 metros de distancia del basurero en donde originalmente se estableció como el lugar de incineración, hay indicios fuertes y contundentes de que la pasada administración encubrió, ocultó y distorsionó la investigación deliberadamente y con fines específicos. Todos sabemos las fallas de nuestro sistema de búsqueda de justicia, su lentitud e ineficacia por lo que no se hace o por lo que se deja de hacer, pero cuando todo se embona para hacer con la intención de mentir es verdaderamente vergonzoso para un Estado que pretende ser democrático. Y el actuar de los encargados de la investigación en la pasada administración siembra la duda generalizada del por qué empeñarse en sostener una mentira. ¿Qué fuerza tan oscura encubren?


Ahora se tienen nuevas líneas de investigación por sospechas fundadas que no solo participó la policía federal (cómo ya se había demostrado en vídeo públicos), también se tienen indicios de la colaboración del Ejército mexicano en informes publicados por medios impresos nacionales. Por lo anterior la urgencia de repatriar a los prófugos de la justicia para que ahora sí nos digan la verdad del tema y se vaya armando el rompecabezas de la investigación. Solo con la participación de quienes sembraron pruebas y de quienes ocultaron la verdad tendremos la nueva narrativa que nos de la certeza de los hechos, para así tratar de empezar a respondernos a las grandes interrogantes que siguen en el aire por el tema. 

Un gran acierto de la actual administración ha sido pedir perdón por este tipo de hechos, pero hace falta cerrar la pinza con la reconstrucción de los tejidos dañados en el tema. Las normales rurales siguen estando olvidadas del presupuesto y, en muchos casos, siguen siendo perseguidas por las autoridades locales.  Una forma correcta de actuar sería crear más normales rurales con los nombres de los estudiantes desaparecidos en zonas de alta marginación, para sean semilleros del porvenir y que rompan los esquemas de pobreza y doten de mejores oportunidades a los jóvenes. De esa forma se combatiría al crimen organizado con trabajo productivo que nos beneficie a todos lo mexicanos y se resarciría en parte el daño ocasionado por el Estado mexicano a las familias de los normalistas y a la sociedad en general. Y otra parte importante es terminar con el acoso histórico contra las normales rurales en México por considerarlas semilleros comunistas. 

Ayotzinapa seguirá siguiendo para muchos mexicanos la noche eterna del dolor. Muchos padres siguen esperando el regreso de sus hijos a casa; mientras muchas comunidades llenas de pobreza siguen esperando al profesor rural que sabe enseñar la ciencia, pero que también tiene el arraigo y empatía para cultivar el alma de sus alumnos para hacerlos soñar con salir de pobreza. Los padres, las comunidades en desigualdad y los que aspiramos a un México democrático seguiremos esperando la verdad de lo sucedido y entre más pronto mejor.

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