Por SHAILA ROSAGEL ¿Cómo me imaginas en 10 años?”, me preguntó Alfredo Jiménez Mota al salir de una junta editorial en El Imparcial, el diario sonorense en el que trabajábamos como reporteros. Íbamos a desayunar cuando me lanzó el interrogante, era el sábado 2 de abril de 2005. Alfredo tenía 25 años y ese día desapareció. De aquel joven corpulento que practicaba box no quedó ningún rastro. No hay Alfredo vivo ni muerto desde su desaparición en Hermosillo, donde investigaba y escribía sobre las operaciones y vínculos de la delincuencia organizada en la región. “ Hablar de Alfredo es hablar de varias personas a la vez. Es hablar del Alfredo profesionista que era un ‘perro’ en busca de la noticia, que no se conformaba con lo mismo que traían los demás ”, dice su amigo Gustavo Lizárraga , quien fue su compañero en el periódico El Debate de Culiacán de 2002 a 2004. Otro Alfredo era el hombre que se emocionaba como un “chiquillo” al abrir sus regalos de Navidad, o el amigo leal que podía s